Juanca Romero © Julio 2023

Durante los últimos días he estado revolviendo en mi particular hemeroteca, y entre miles de folios y fotografías he tenido tiempo para hacer la siguiente reflexión: Los testimonios sobre un mismo fenómeno evolucionan al mismo ritmo que lo hacen los adelantos tecnológicos, viéndose los argumentarios envueltos en un halo de retocada modernidad. Lo explicaré con un ejemplo muy sencillo y recurrente. El fenómeno infantilmente bautizado como “luces populares”, es quizá uno de los asuntos referidos al mundo de lo insólito que más veces ha sido disfrazado, tuneado y hasta me atrevería a decir que prostituido. En la mayoría de las ocasiones podemos asistir al espectáculo del esperpento en el que un testimonio cargado de ingredientes interesantes, acaba adornado por los propios investigadores para darle mayor impacto informativo.

El fenómenos de extrañas luces que recorren caminos y laderas es totalmente verídico, al menos a mi no me cabe la menor duda de su existencia, pero es tan verdadero como la exageración que muchos escupen sobre los testimonios, convirtiendo lo contado en un charquerío en el que el barro no deja ver el poso de verdad. De este modo, cuando un testigo nos cuenta que “aquella luz recorrió la montaña lentamente hasta que desapareció tras los pinos”, los embajadores de la superchería transforman lo contado en “aquella luz bajó de la montaña y me persiguió hasta golpear el capó del coche […]”.

En Canarias el fenómeno tiene su máximo estandarte en la conocida Luz de Mafasca, sobre la que muchos han contado verdades, y algunos pocos han utilizado para venderse como investigadores de salón. Flaco favor se hace a los auténticos testigos y al propio fenómeno si se permite que algunos inventen lo que les viene en gana. Cuando el asunto referido a las luminarias cae en las manos de falsos divulgadores, pasan a convertirse en extrañas identidades facultadas para acosar a los humanos, golpearlos y a poco que se esfuercen, provocándoles la muerte… alguno ha salido contando estupideces como esta. El posible titular podría ser el siguiente: “Investigador provisto con un mullido chaleco y grabadora ochentera, logra derrotar a una lucecilla popular tras un largo combate a vida o muerte”.

No nos engañemos y sobre todo, no nos dejemos engañar por los fariseos del misterio. La violencia por parte de los fenómenos anómalos no existe, todo forma parte de la percepción errónea o mala interpretación por parte de los testigos, y en el mayor número de ocasiones, forma parte del cutre guion de los oficialistas contadores de estas cosas. He podido conocer a unos pocos de esta calaña, pero para satisfacción de la mayoría, suponen un porcentaje muy bajo a nivel estatal y europeo. Lástima que en nuestras queridas Islas Canarias no cundan los buenos y respetables ejemplos. 

FALSAS LUCES PSICÓPATAS
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